Nuestra forma de alimentarnos es más emocional. Obedeciendo
a nuestros recuerdos
de infancia en relación con nuestros padres y amigos.
Pero nosotros somos
“ahora” no “ayer” y nuestras necesidades al alimentarnos mental,
emocional y física en nuestra vida, son diferentes.
En la medida que seamos conscientes podemos encontrar nuevas posibilidades en nuestra forma de
preparar y elegir los alimentos acercándonos más a nosotros mismos.
Cuando organizamos
nuestra alimentación sabiendo distinguir los alimentos que nos benefician más y
que nos ayudan a llevar nuestra vida mejor y con salud.
Un tipo de dieta
saludable debería hacernos sentir bien con nosotros mismos, no tendría que
hacernos adquirir sobre peso, o enfermar, pues cuando esto ocurre algo no funciona
bien. No podemos estar cambiando de forma de comer, pues a nuestro organismo no
le hace ningún bien, ¡hoy te amo, pero mañana tal vez no!
Por ejemplo los alimentos integrales son más
nutritivos que los alimentos refinados porque aportan a nuestro cuerpo y mente
los nutrientes que básicamente necesita cubrir a diario; lo refinado es más cómodo también más barato, pero
nos alimenta poco y nos sustrae nutrientes que necesitamos para sentirnos mejor
física, mental y emocionalmente.
Todo lo refinado
acidifica nuestro cuerpo y lo va progresivamente intoxicando en conjunto con un
medio ambiente de contaminación de toda regla…, y nuestro cuerpo se las tiene
que ingeniar para que le afecte lo menos posible.
No se trata de realizar un cambio brusco en la
forma de comer y de vivir sino de ir integrando en nuestros hábitos aquello que
nos puede traer más equilibrio a nuestras vidas y crear ese cambio que empieza
por nosotros y se expande por el planeta y más allá…